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Discapacidad

ManĂ­as

Tengo un bolígrafo Bic transparente de color negro en el canal vacío que está sobre las teclas numerales y debajo de Escape del teclado. Si no está, me desespero buscando uno y resulta que lo tengo unos centímetros más alejado y no lo veo. También prefiero ponerme de espaldas a la ventana para que no me deslumbre la luz. Y a la derecha de mi interlocutor si vamos en un autobús. “No te tapes la boca, por favor”. Tengo algunas muletillas o frases típicas para saber qué me estoy perdiendo en una conversación entre varios. Algunos dicen que soy repetitiva y que necesito actualizar mi registro. Es pura inercia. Cuento el número de mesas que hay desde la barra hasta la mía para poder estar atenta a no tirar el café en el trayecto. Te reconoceré por el olor si es de noche y por los labios si es de día. No sé de qué color son tus ojos. Me fijaré en la ropa que llevas puesta para reconocerte de lejos. Si te cambias de look o te compras un abrigo nuevo, estaré perdida. Te agarraré el brazo en la oscuridad porque me asustan los escalones. No saludo por la calle porque siempre me equivoco.

La protagonista de ‘Te quiero mal’ también tiene sus manías y recursos. Este corto, producido en Santiago de Compostela y asesorado por el grupo de psicólogos de la ONCE, ha ganado numerosos premios tanto de festivales de cine como de asociaciones de personas con discapacidad. Se lo merece.



Copro y ecolalia

Copro y ecolalia

Sigo sin creérmelo, así que he dado con mi propia teoría: coprolalia.
En Medicina, la coprolalia (cuya traducción literal del griego significa ‘balbucear mierda’) es una tendencia patológica a proferir obscenidades, sonidos, movimientos y frases inapropiadas. Esta afectación, al igual que la ecolalia (repetir lo que dicen los demás, incluso puede parecer que se hace de forma burlesca), son ocasionales características en pacientes con Síndrome de Tourette. Frecuentemente, las personas que padecen coprolalia parecen políticamente incorrectas, puesto que las reacciones y comentarios tienden a atentar contra los tabúes adquiridos con la cultura. Sin embargo, la coprolalia compulsiva puede ser totalmente incontrolada, debido a que es un desorden desinhibidor. Esta incapacidad de controlar la vocalización e impulsos puede conllevar la degradación de la vida social y laboral.
Pobre Fedeguico.

Modo de empleo

El psicólogo Tomás Castillo ha publicado recientemente el libro Déjame intentarlo. La discapacidad: hacia una visión creativa de las limitaciones humanas con el que presenta diez máximas o bases a tener en cuenta en relación al fenómeno de la discapacidad. 
Este libro nos invita a la reflexión acerca de las limitaciones humanas, de un modo cercano, conciso y (¿por qué no?) creativo. Esta no es, ni mucho menos, una base para el perfecto ‘modo de empleo’ para entablar una relación (cualquiera) con una persona con discapacidad.
Paso a comentar los diez ‘consejos’ que propone Castillo, desde mi experiencia vivida y percibida: 
1. La discapacidad, como la capacidad, forma parte de la naturaleza humana
Como el ser rubio, tener buen culo o los ojos achinados. La discapacidad es el diseño que tú tienes que perfeccionar a través de una base. La distinción entre discapacitados y ‘no-discapacitados’ pierde el sentido al ver que todos (unos y otros) somos resultados de nuestra naturaleza humana. Mejor sería hablar de grados de limitación y no de comparar si uno es (y se ve) capaz o no.
2. La discapacidad, como componente de un estado de salud, puede ser temporal
Puede serlo y puede no serlo. Salud y discapacidad siempre van de la mano, pero no son lo mismo. Puesto que todo cambia (y nada permanece), la discapacidad no se mantiene estática y constante, por lo que parece que va por delante de la persona. Pero no.
3. La discapacidad es una mera circunstancia
Mi discapacidad es algo que se viene conmigo, pero no es ‘el todo’. El centro soy yo como persona, que dentro de mis características y particularidades, entraño una serie de limitaciones con las que se me ha obligado a convivir. 
4. La discapacidad está condicionada por la aceptación social de mi limitación
La situación de mayor dependencia que sufrimos las personas con discapacidad nos obliga a recibir (muchas veces, sin elección alguna) lo que nos dan. En numerosas ocasiones lo recibido no concuerda con la necesidad que presentamos debido a una mala aceptación social y peor conciencia de mi problema (limitación). 
5. La discapacidad no significa una minoría de edad permanente
Las personas con discapacidad nacemos, crecemos, evolucionamos, maduramos, envejecemos y morimos, como el resto de los seres humanos. La visión proteccionista le demuestra al discapacitado que no tiene ‘nada que hacer’ más allá de lo que le dicen, le dan, le muestran o le encargan. Siempre preestablecido. 
6. Las personas no son clasificables por su discapacidad...
...porque ésta es una mera circunstancia, una característica. No es el ‘todo’ de la persona. 
7. La discapacidad está en función del medio en el que la persona se desenvuelve
A mayor conocimiento de las necesidades del individuo, mayor adaptación al medio en el que vive. A más adaptación al medio, menos limitación percibida por los demás. La mejor realización es ser útil para uno mismo. 
8. La discapacidad es un término genérico a revisar
El tratamiento del fenómeno de la discapacidad por los medios de comunicación da una visión fatalista y desgraciada de mi naturaleza humana que, se quiera o no, es mi grupo de características que tengo para (sobre)vivir. 
9. Huir de lo negativo
Si la sociedad me presenta una imagen negativa de mis limitaciones, la cuota de posibilidades individuales a las que aspiro se reducen y mi autoestima empequeñece por desconocer las oportunidades.  
10. Resaltar la variedad, no las diferencias
Me gusta ser ‘diferente’. Porque no me considero como tal y porque la discapacidad me ha permitido desarrollar, como a muchas otras personas (sean discapacitadas o no), una doble perspectiva de lo que sucede, siendo yo mi centro y no mis ‘variedades’. ¿En la variedad está el gusto?

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Nos vamos con Ortega y Gasset: Yo soy yo (el individuo) y mi circunstancia (mi condición de mujer, discapacitada, trabajadora, periodista, hija, paciente, amiga... etc. y todo lo que me rodea y su interacción social).