Hiyab y orgullo
Yo siempre digo que al referirnos a las tradiciones, culturas y religiones hay que ser muy respetuoso. Se trata del “modus operandi” vital de una persona y, se quiera o no, puede sentirse herido en su orgullo (no hablaré hoy, a pesar de que es lo que se lleva, del “orgullo patrio”). Algo parecido pasa con la política (aunque a muchos les cueste entenderlo), pues ésta es la síntesis de valores morales, éticos, culturales y tradicionales que hemos ido heredando de la religión y de los años.
Durante varios días, he visto cómo dos mujeres batallaban por defender sus ideales en la sección “Cartas al director” de El País. Ha surgido un enfrentamiento verbal acerca de tradiciones, culturas, religiones y mucho orgullo. El escritor Fernando Schwartz intervino el jueves 11 propiciándonos unas líneas ácidas e irónicas que, a pesar de en cierto modo tener razón, le han hecho perder la cordialidad periodística con la que nos movemos. Paso a copiar los escritos:
El caso de Shaima
Cuando era estudiante, a mi instituto acudían dos monjitas que, por cierto, llevaban el hábito lleno de chuletas. Y a nadie se le ocurrió que el hábito fuera "discriminatorio". Tampoco se le ocurre a nadie que sea "discriminatorio" que bandadas de cenutrios y cenutrias acudan a los colegios y a los institutos enseñando medio trasero, y eso que es evidente que en el futuro tendremos que costear con nuestros impuestos más de una diálisis, por esa necedad de pasar el invierno con los riñones al aire. Y eso, sin contar con el botellón.Entonces llega una niña buena de otra cultura, una niña que probablemente no va a ir de botellón y que en un futuro será una ciudadana productiva que pagará nuestras pensiones, una niña que obedece a su madre y a su padre, que son personas religiosas, como la mayoría de los 1.500 millones de musulmanes que existen en el mundo. Y hete aquí que un neofascista de la religión atea le prohíbe que vaya vestida según la tradición de su país.Un neofascista de la religión atea que desdichadamente los musulmanes consideran cristiana. No, Shaima, guapa: cristiano es Vicente Ferrer. El que te ha expulsado es uno de esos hombres que Sócrates describe como "los más locos de todos", por vivir "imbuidos de divinidad".Señor director de instituto o colegio de Girona, de cuyo nombre no quiero acordarme: como decía el otro, está usted más a la derecha que Atila el Huno. Me dan ganas de ponerme el velo a mí.
Blanca Andreu. A Coruña. (El País, 6/10/2007).
El pañuelo o 'hiyab'
El pañuelo o 'hiyab' no es una prenda de adorno ni de abrigo ni un tocado étnico, y el que tenga o no un carácter religioso resulta irrelevante; lo que parece claro es que se trata de un trozo de tela cuya única y expresa finalidad es tapar a las mujeres, taparles el pelo, las orejas y el cuello, esas partes del cuerpo humano que, en cambio, no tienen que taparse los hombres (vid Al Qaeda, 20-4-1986). Es además una prenda que se impone, más o menos sutilmente, con mayor o menor violencia, no a una monja que se hace socia de un club y acepta libremente el uniforme, sino a todas las mujeres y únicamente a ellas por el solo hecho de serlo. Por eso es sin duda un instrumento de sometimiento y de humillación. Miro en el periódico la foto de Shaima, esa niñita a la que, por fin, se le permite llevar voluntariamente el velo al colegio, y me sobrecoge verla tan pequeña, con ese trapo oscuro y enorme encima, que casi parece más grande que ella. Pero me sobrecoge más aún comprobar que en España, este moderno país en el que apenas hace dos generaciones que las mujeres hemos logrado quitarnos el "velo", las autoridades y muchas voces y plumas que se dicen progresistas muestran mayor sensibilidad hacia las costumbres bárbaras de un grupo social que hacia la dignidad y los derechos de esta niña.
Marta Fernández-Cuartero Paramio. Madrid. (El País, 6/10/2007).
Rectificar es de sabios
Leyendo la carta de Marta Fernández-Cuartero Paramio, titulada El pañuelo o 'hiyab', me di por aludida y hasta hubo un momento en que me ofendí. La cuestión es que para esta señora el pañuelo o hiyab "tiene un carácter religioso irrelevante, se trata de un trozo de tela, un instrumento de humillación y sometimiento que se impone con mayor o menor violencia". Creo que estas palabras no sólo me ofendieron a mí, sino que a todo al colectivo de musulmanas que un día decidimos ponernos el hiyab para completar nuestra fe. Que defina al hiyab como un instrumento de humillación, hiere mi sensibilidad, porque al menos yo no me siento humillada ni sometida.Tengo 19 años, estudio Derecho y tras meses de reflexión decidí ponerme el hiyab por mi propia voluntad. No me sentí sometida por nadie y mucho menos me lo impusieron con violencia, ni mayor ni menor. En mi casa no se utiliza la violencia, la violencia dejémosla para Irak, ese país que invadió la España moderna a la que usted, la autora de la carta citada, hace referencia.Me gustaría que reflexionara y, si no fuera mucho pedir, rectificara y retirara la frasecita "el hiyab se impone con mayor o menor violencia", porque como musulmana que soy no consiento que alguien difame mi religión basándose en generalidades y tópicos.
Saida Benchallal Zaynoun. Madrid (El País, 8/10/2007).
A ver qué pasa
Recomiendo a doña Saida Benchallal Zaynoun (Cartas al director, 8-10-07) que coja un avión con destino a Arabia Saudí, se baje en Ryad y allí en la plaza pública se quite el hiyab tan voluntariamente como se la pone aquí. A ver qué pasa.
Fernando Schwartz. Madrid (11/10/2007).
Rectificar es de sabias
Al contestar a mi carta sobre el caso de Shaima, doña Saida Benchallal Zaynou (Cartas al director, 8-10-2007) hace una falsa cita entrecomillando algo que yo no escribí. Nunca dije que el hiyab "tiene un carácter religioso irrelevante", como pretende, sino que "el que tenga o no un carácter religioso resulta irrelevante". Quise precisamente descartar el enfoque religioso, llevando la cuestión al terreno del raciocinio y no al de las creencias.Si una práctica es irrespetuosa con la dignidad humana, el que se funde en un motivo religioso ni la redime ni la justifica. La violencia, la persecución o la exclusión en el asunto del velo sucede en tantos países que citarlos todos consumiría estas 15 líneas; además, la presión pro hiyab se extiende a muchas comunidades que residen en otros países.Como la señora Benchallal estudia Derecho, podrá conocer la doctrina sobre la formación de la voluntad y sus vicios, que le servirá para entender el concepto de libertad real. Esta universitaria puede elegir, y ha elegido, ignorar a todas esas otras mujeres que no tienen elección, ni siquiera voz para hacerse oír. Lo que les ocurre a estas mujeres es lo que a mí me ofende. Doña Saida Benchallal es muy joven y tiene tiempo para reflexionar más y rectificar, formando su propio criterio en lugar de seguir el que le dicte éste o aquel colectivo.
Marta Fernández-Cuartero Paramio. Madrid. (El País, 12/10/2007).
Mi felicitación es para Blanca Andreu, sin duda.