Blogia
priconcon

Ósmosis

Ósmosis

Jordi, una de las personas que más lee este espacio, cuestiona en su último post la verdadera utilidad y uso de los conceptos ‘paridad’, ‘cuotas’ e ‘igualdad’, que durante esta legislatura se han puesto tanto de moda.
En su opinión, ninguno de esos conceptos es la solución. Dice Jordi que “son medios para que, a corto plazo, aquellos que cuestionan la igualdad logren entender que cualquier persona puede ejercer cualquier trabajo salvo que dicho trabajo requiera unas condiciones físicas concretas”. A corto plazo, reitero.
Creo que, en buena parte de su discurso, tiene razón. Es verdad que se ha ido experimentando una ebullición del movimiento asociativo y que éste, como representante de los diferentes grupos sociales o ‘colectivos’ que engloban a ciudadanos con intereses comunes, reclaman más atención y acentuación de las normas jurídicas.
Sin embargo, Jordi teme que las cuotas resulten peligrosas. Yo creo que no lo son del todo, pero pienso que son un obstáculo real para la libertad. El empresario no tiene libertad de contratar a una u otra persona (según cualificación), sino que tiene que cubrir un cupo del dos personas con discapacidad por cada cien, ya que su empresa tiene más de 50 trabajadores y no puede permitirse destinar un porcentaje anual a acciones de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) y, además, contratar al aspirante no-discapacitado (por ejemplo).
Ése sería desde el punto de vista del empresario. Sin embargo, una persona con discapacidad aspirante a empleado de la empresa X tendrá que ser consciente de que, por mucha cualificación que tenga, su discapacidad (cosa que no ha elegido, que como he citado en alguna que otra ocasión es tan sólo una característica) será un punto a favor. Lo mismo sucede con las mujeres y el concepto de ‘paridad’ en las mesas directivas.
Se llama ‘discriminación positiva’ porque busca discriminar a favor de aquellos colectivos de personas que, por decirlo de alguna manera, lo tienen algo más complicado. Se trata de una medida integradora, de una lluvia de salida para quiénes, sin estas normas, quizás no se habrían encontrado con el sentimiento de ‘realización profesional’, al carecer de oportunidades. Quizás no habrían querido, por ‘no molestar’ o por pesimismo, ni intentarlo siquiera.
No obstante, esta medida es transitoria. Necesitará una modificación que afloje el cinturón y equipare la cualificación de unos y de otros, sean mujeres aspirantes a cargos directivos o personas con discapacidad aspirantes a completar el cupo.
Pero, “¿Me han contratado porque soy buena profesional o porque figuro en el registro de personas con discapacidad del INSS?” “¿Estoy verdaderamente cualificada para el puesto que voy a desempeñar?”.
Transitoria será, sí, pero girando hacia el sentido formativo. El origen de estas normas no es otro que fomentar la integración y romper la peor de las barreras a las que se enfrentan los diferentes colectivos hoy: la intolerancia y la escasa apertura (o el enorme cierre hermético) de algunas mentes. Lo que tenemos Jordi y yo es, como se ve, pura ósmosis. 

Algo curioso: Otras leyes no tienen un fondo tan ‘formador’, sino que son normas tramitadas para dar una solución inmediata a algo no demasiado general. Como describe este teletipo del periodista Miguel Faraldo (de quien me considero gran admiradora profesional y al que he tenido el honor de tener como ‘maestro’), aún está prohibido llamar Napoleón a un cerdo en Francia y en York, es legal matar a un escocés, pero sólo si lleva arco y flecha. 

Nota: Definición de 'ósmosis', según la RAE:  

(Del griego acción de empujar, impulso).
1. f. Fís. Paso de disolvente pero no de soluto entre dos disoluciones de distinta
concentración separadas por una membrana semipermeable.
2. f. Mutua influencia entre dos personas o grupos de personas,
sobre todo en el campo de las ideas.
 

0 comentarios